Masa casera de pizza

¡Hola!

Hoy os vengo con una receta para los amantes de la pizza: ¡masa de pizza casera!

Estamos muy acostumbrados (al menos yo), a comprar pizzas de supermercados, porque no son caras, y nos sacan de más de uno y de dos apuros cuando no sabemos qué hacer de comer. Pero he de reconocer, que cuando voy a una pizzería de verdad, el sabor y la textura de la masa y de los ingredientes es totalmente distinto a las pizzas industriales. ¡Muchísimo más buenas las caseras!

Así que el otro día, en una fase de bloqueo de programador, en la que tenía tantos frentes abiertos que no sabía ni por dónde continuar, me dije:

Espera, Juanjo, haz algo distinto y que te guste, que seguro que así te animas y te desbloqueas.

Y así fue. Dándole vueltas a la cabeza, me acordé de que por algún sitio había visto una receta muy sencillita de masa casera de pizza… así que allí que me fui a leerla, y puse manos a la obra para hacernos a Amaterasu y a mí una buena pizza para chuparnos los dedos!

La fuente original de la receta la podéis leer aquí.

Comensales:
Para tres pizzas os da la masa 😉
Tiempo de preparación:
De veinte a treinta minutos para la masa, una hora y algo para la fermentación, y lo que tardéis en preparar las bases de la pizza.
Dificultad:
Fácil, pero con paciencia 🙂

Ingredientes

  • Un kilo de harina de trigo de fuerza.
  • Veinticinco gramos de levadura fresca de panadero (las venden en las panaderías o en algunos supermercados como Mercadona), o bien levadura liofilizada de panadero (ocho gramos).
  • 1/2 litros de agua.
  • Cincuenta mililitros de aceite de oliva virgen extra.
  • Veinte gramos de sal, o algo más si os gusta la masa un poco más salada. Mi opinión es que con veinte gramos por kilo la masa quedó en su punto exacto de salado.

Preparación

  1. Poneos delantal o ropa que no os dé pena lavar en cuanto terminéis, y haceros a la idea de que tendréis que limpiar la cocina tras esta receta 😉
  2. En un cuenco grande (pensad que el total de los ingredientes pesa más de kilo y medio), echamos el kilo de harina, menos unas cuatro cucharadas que dejaremos en un lugar aparte. Lo más fácil es echar toda la harina en el bol, y luego sacar las cuatro cucharadas y dejarlas en un plato o similar.
  3. En otro recipiente (apto para microondas), echad medio litro de agua (dos vasos llenos), y ponedlo en el microondas hasta templarla. A mí como se me olvidó porque andaba desmenuzando la levadura por la alfombra de la cocina, tuve que vaciar medio cuenco y llenar con agua fría para encontrar el punto XD.
  4. Una vez tenemos el agua templada, cogemos los veinticinco gramos de levadura fresca o los ocho de liofilizada, los echamos en el agua, y movemos con una cucharita hasta que veamos que se ha disuelto.
  5. Con una cuchara, hacemos un agujero en mitad de la harina que tenemos en el cuenco grande, y vertemos despacio el agua con la levadura disuelta.
  6. Con una pala o cuchara, comenzamos a mover la mezcla desde el centro hacia fuera, para que se mezcle bien la harina con el agua y la levadura. Poco a poco, veréis como la masa se torna en una materia viscosa y pegajosa a más no poder 🙂
  7. Vertemos sobre la masa los cincuenta mililitros de aceite de oliva, y continuamos removiendo. He de confesar que llegados a este punto, y notando que no era capaz de saber a ciencia cierta si toda la harina se había integrado bien en la masa y demás, dejé la cuchara, y con las manos limpias y relucientes, me puse a trabajar el engrudo con las manos para notar mejor el proceso.
  8. Echamos la sal, y seguimos removiendo.
    La verdad es que me sorprendió que en la receta se echara la sal por separado después del agua, y no la disolvieran junto a la levadura; pero es que parece que la levadura y la sal juntas no se llevan muy bien, y puede afectar al proceso de fermentación… Así que toca echar la sal a la masa, y darle ritmo a las manos para conseguir que se distribuya por toda la mezcla de forma uniforme.
  9. Vamos echando la harina restante mientras amasamos, y nos aseguramos de que queda bien integrada en la masa. Si veis que queda harina en el bol y ya no sois capaces de mezclarla bien, podéis verter unas gotas de agua sobre la masa y así os será más sencillo. La medida correcta de harina es cuando la masa aunque algo pegajosa, ya no se nos pegue a las manos.
  10. Una vez tenéis la masa con una textura consistente y manejable, la sacáis del bol, y la dejáis en una superficie previamente enharinada. YO usé la encimera de la cocina, a la que le eché un poco de harina para evitar que la masa se pegara al mármol.
  11. Ahora, viene la parte más curiosa de la masa, y es que tenemos que conseguir que cuando fermente y suba, se quede lo más elástica posible. Para ello, y durante diez minutos, cogeremos la masa con las manos, la amasaremos en forma de churro, y ese churro lo retorceremos sobre sí mismo unas cuantas veces (como si quisierais fabricar un tornillo de masa). Yo lo fui haciendo por partes. Con la bola de masa en la encimera, cogía un trozo de masa, lo estiraba, retorcía el churro resultante como os he comentado, y luego seguía tirando de la bola y haciendo más churritos con esta técnica hasta que se acababa la bola. NO os preocupéis si al hacer los churritos o al retorcerlos la masa se rompe, pues luego lo volvemos a juntar todo y empezaremos de nuevo. Es decir, cuando tengamos toda la masa hecha churros retorcidos (no sé de qué otra forma explicarlo), los juntamos todos, amasamos bien hasta que la bola vuelva a quedar uniforme y con los trozos totalmente integrados, y repetimos el proceso de amasar churro y retorcer… Así diez minutos.
    Veréis que la masa se va tornando más fácil de manejar y más elástica, aunque aún se os romperá con facilidad. No os preocupéis, hay que dejar que la levadura haga su magia y la masa suba para que veáis la elasticidad real del resultado.
  12. Ahora, cogemos otro bol (o el de antes después de limpiarlo 😛 ), lo enharinamos, y ponemos la bola de masa dentro de él. A continuación, lo tapamos con un trapo de algodón, y lo dejamos a temperatura ambiente una hora más o menos hasta que la masa termine de fermentar. El truco para saber si la masa ya está lista, es empujar con un dedo. Si la masa vuelve a su posición original (no se queda la hendidura del dedillo), ya podemos pasar al siguiente paso.
  13. Con la masa ya preparada, precalentamos el horno a unos doscientos cincuenta ºC. En Italia los hornos de leña para pizza pueden llegar hasta los cuatrocientos ºC, aunque la temperatura recomendada es de trescientos ºC. Como nuestros hornos no van a llegar a esa temperatura, lo ponemos a unos doscientos cincuenta.
  14. Si ya está la masa lista, veréis cómo ha subido bastante. A mí me sorprendió, pues de lo que subió, hasta se salió del cuenco por arriba :). Ahora, viene la parte en la que tendremos que usar un rodillo de amasar o similar, para hacer las bases de las pizzas. Os recomiendo que la hagáis bastante fina, pues luego en el horno aún subirá un poco, y mi sensación es que queda más gruesa que antes de meterla al horno.
    Os recomiendo que amaséis las bases en la misma encimera, y una vez esté la masa lista y antes de echarle los ingredientes, la trasladéis a la bandeja del horno. Os lo comento porque yo le eché el tomate y el orégano antes de trasladarla a la bandeja, y luego el proceso de traslado digamos que fue algo desastroso :).
  15. Ahora queda lo más sencillo: ponerle los ingredientes a la pizza, meterla al horno, dejar durante unos diez minutos, ¡y a disfrutar!

Y vosotros diréis: ¿Qué hago con la cantidad de masa que me ha sobrado? Pues si no vais a gastarla en el momento, nada más fácil que envolverla en parafilm (creo que esto es la marca, pero me refiero al plástico híper fino que sirve para tapar y envolver cosas y que viene en forma de rollo), y congelarla hasta el día anterior a su utilización. La verdad es que no sé cuánto tiempo puede aguantar en el congelador, pero por si acaso, no dejéis pasar demasiado tiempo antes de utilizarla.

Algunos consejos:

Con respecto a la levadura, es muy importante dejar claro que no se puede usar la mal llamada levadura royal, esa que viene en sobres para hacer pasteles y demás. Eso es un gasificante, que para nuestro tipo de masa no sirve.

En cuanto a la medida de aceite, que viene en mililitros, yo me topé con un problemilla, y es que aunque tengo medidores metálicos que me compré en la tienda de la ONCE, no tienen marcado en cada medidor su capacidad, y yo no recordaba cuánto cabía en cada cual. Así que sabiendo que un litro de agua es más o menos un kilo, llené cada cacito de agua, lo pesé, y el que pesó más o menos 50 gramos (restando el peso del cacito, claro), es el que utilicé para medir los cincuenta mililitros de aceite.

¡Espero que os guste la receta y que la probéis! ¡Ya contaréis por aquí qué tal fue el resultado!

¡Abrazos para todos!

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